26 jul 2011

Antonio Machado y Joan Manuel Serrat I

Muchos de nosotros ingresamos al mundo de la literatura sin saberlo, a través del oído, caminamos acompañados por palabras que otros nos leyeron, dijeron o escuchamos, para mí este es el caso de los poemas de Antonio Machado.
                Cuando llegué a su poesía no tenía idea de quién fue, pues era todavía una niña, tampoco me importaba su biografía ni el resto de sus libros, pero escuchaba con gusto, los versos que sostienen: “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”.
                Canté a Machado antes de leerlo y me sorprendí por partida doble, aprendiendo para siempre, que la literatura puede encontrar en la música un espacio para acercarse a las personas, en ocasiones más cercano que el libro.
                Y ustedes ¿han escuchado-leído a Antonio Machado?, seguro que sí.

Las moscas

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
     —que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
     de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
     de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
     sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.



Guitarra del mesón

Guitarra del mesón que hoy suenas jota,
mañana petenera,
según quien llega y tañe
las empolvadas cuerdas.
Guitarra del mesón de los caminos,
no fuiste nunca, ni serás, poeta.
Tú eres alma que dice su armonía
solitaria a las almas pasajeras...
Y siempre que te escucha el caminante
sueña escuchar un aire de su tierra. 

La saeta

¡Oh, la saeta, el cantar 
al Cristo de los gitanos, 
siempre con sangre en las manos, 
siempre por desenclavar! 
¡Cantar del pueblo andaluz, 
que todas las primaveras 
anda pidiendo escaleras 
para subir a la cruz! 
¡Cantar de la tierra mía, 
que echa flores 
al Jesús de la agonía, 
y es la fe de mis mayores! 
¡Oh, no eres tú mi cantar! 
¡No puedo cantar, ni quiero 
a ese Jesús del madero, 
sino al que anduvo en el mar!

Coincidir

Cuántas veces, al encontrarnos en la cotidianidad de nuestro día, de repente nos topamos con una mirada, una persona, no importa quién sea que atrapa nuestra atención, que nos lleva de la mano a ficcionar sobre ¿qué hace? ¿quién es? ¿cómo actúa? ¿en qué piensa?.
Y el desconocido avanza completamente ajeno a lo que nuestra imaginación construye a partir de su figura, a veces no se trata de un todo, puede ser un simple detalle, y quedamos presos de una mirada, unos cabellos, un abrigo, una voz, un aroma.
El tiempo, el espacio y la coincidencia, después del instante "nuestra" persona, golem de nuestra imaginación, nos acompañará cuando cada uno continúe su camino.


Le iba a decir

Margarita Paz Paredes


¿Sabe usted, señor? 
Lo he venido observando 
en el largo trayecto de este autobús 
en el que viajamos usted y yo 
sin conocernos, 
naturalmente; 
cada uno a un sitio definido, 
(Pero a veces me pasa, como ahora 
que olvido a dónde voy.)

Dicen que el corazón no duele. 
Sin embargo, desde hace tiempo –no sé cuánto- 
tengo la sensación 
de que algo 
como una vieja caja de música, 
se me está rompiendo por dentro, 
y alguna astilla me molesta 
y además, hay un silencio al que no me acostumbro.

Tal vez por eso me he quedado mirándolo, 
porque hoy, fuera de usted, 
no existe nadie a quien contarle 
que de verdad el corazón me duele.

Y también es que usted me recuerda 
muchas cosas lejanas 
que entonces, ¡ay!, hace tanto tiempo, 
se derramaban suavemente 
como agua clara y fresca, 
llenándome esos vacíos oscuros y resecos 
que pienso que todos alguna vez tenemos.

Por ejemplo el color de sus ojos 
–uvas recién peladas-
(unos ojos así me acompañaron
al país de los sueños.)

¿Y su voz? Qué bueno que le dijo al chofer:
 “por favor, un pasaje.”
Ese timbre, ese timbre es casi igual a otro timbre
que guardé en el oído
y luego lo encerré en la caja de música
y aprendió a acariciarme
cuando el silencio me cercaba.
¡Claro que me gusta su voz!

¿Qué libro lleva bajo el brazo?
Ni siquiera lo ha abierto.
¿No le interesa su lectura?
¿Por qué sonríe?
De pronto se le pintan los ojos del color del paisaje…
Yo creía que buscaba algo,
pero parece que todo lo lleva dentro.

Mientras usted no sienta que lo observo
quiero mirar que abarcan sus pupilas.
A ver; grises como el asfalto que reflejan…
Y qué oasis de flores repentinas…
Temblor de alambres restirando el cielo...
Una paloma, un campanario, un niño…
¡Si están claras de luz, de gracia, de alegría!

Oiga señor.
¿pero ha tenido tiempo de apresar la belleza
pasajera dentro de un autobús
y en esta hora en que la vida no nos dice nada?;
porque no vamos a ninguna parte
ni nadie nos espera.

Pero no;
por favor no se baje en esta esquina
tan desierta, tan triste.
Espere.
No ve que apenas me estaba dando cuenta
que si queremos levantar los ojos
y liberar el alma
más allá de sus rejas invisibles,
descubriremos las pequeñas cosas
que embellecen la vida
y que iluminan nuestras horas grises,
derraman su armonía en el silencio,
pueblan la soledad de compañía,
y empieza el eco de la vieja música
a envolvernos de nuevo…

Espere.
No se vaya.
Le iba a decir que el corazón me duele.
Y que tal vez…

17 jul 2011

El arte de la serendepia, Contra el viento del norte Daniel Glattauer

Se dice que existen coincidencias afortunadas, salir justo en el instante en el que llega lo que estabas esperando, descubrir que la persona que no tenía nada en común contigo y trabaja todos los días junto a tu escritorio gusta de tu cantante favorito, recibir una llamada que te cambia la vida, darte cuenta por una mirada, una palabra o un silencio de las cosas que se tienen en común.
¿Coincidencias afortunadas o destino?, esa sería la premisa de un libro como Contra el viento del Norte de Daniel Glattauer, pero no se trata de cualquier coincidencia afortunada, hablamos de una suerte de serendepia en la era digital, en la que muchos de nosotros podemos reconocernos.
Un libro ligero, divertido, que en su lenguaje llano nos hace pensar, acerca de ¿quién está detrás del otro monitor? ¿Cómo es la persona a la que corresponden frases tan ingeniosas? ¿Sobrevive una amistad virtual al encuentro en el mundo real? ¿Debemos forzar las coincidencias para generar un encuentro? Emmi y Leo, los protagonistas  tendrán que descubrirlo.
Les dejo las primeras entradas, espero que lo disfruten:





15 de enero
Asunto: Baja
Querría anular mi suscripción. ¿Es posible hacerlo por esta vía?
Un cordial saludo,
E. Rothner

18 días después
Asunto: Baja
Quiero anular mi suscripción. ¿Es posible por correo electrónico? Les ruego me envíen una breve respuesta.
Un cordial saludo,
E. Rothner

33 días después
Asunto: Baja
Distinguidos señores de la editorial Like:
Si la finalidad de su insistencia en pasar por alto mis intentos de retirar una suscripción es vender más números de su producto, cuya calidad no cesa por desgracia de bajar, lamento comunicarles que no pienso seguir pagando.
Un cordial saludo,
E. Rothner

Ocho minutos después
Fw:
Se ha equivocado usted de dirección. Ésta es mi dirección particular: woerter@leike.com. Usted quiere escribir a woerter@like.com. Es la tercera persona que me pide que le dé de baja de la suscripción. La revista debe de haberse vuelto francamente mala.

Cinco minutos después
Re:
¡Oh, perdón! Y gracias por la aclaración.
Saludos,
E. R.

Nueve meses después
Sin asunto
Feliz Navidad y un próspero año nuevo, les desea Emmi Rothner

Dos minutos después
Fw:
Querida Emmi Rothner:
Aunque casi no nos conozcamos de nada, le agradezco su cordial y sumamente original correo colectivo. Sepa que adoro los correos colectivos dirigidos a una masa de la que no formo parte.
Atte., Leo Leike

18 minutos después
Re:
Perdone que le moleste por escrito, señor Atte. Leike. Se me deslizó usted por error en mi cartera de clientes, cuando hace unos meses quería anular una suscripción y por descuido escribí a su dirección de correo electrónico. La borraré ahora mismo.
P. D.: Si se le ocurre una expresión más original que «feliz Navidad y un próspero año nuevo» para desearle a alguien«feliz Navidad y un próspero año nuevo», le ruego me la comunique. Hasta entonces: ¡feliz Navidad y un próspero año nuevo!
E. Rothner

Seis minutos después
Fw:
Le deseo unas felices fiestas y me alegro por usted, pues tiene por delante uno de los ochenta mejores años de su vida. Si llega a abonarse a los días malos, no dude en escribirme —por error— para que la dé de baja.
Leo Leike

Tres minutos después
Re:
¡Impresionante!Saludos,
E. R.

38 días después
Asunto: ¡Ni un euro! Distinguidos señores de la dirección editorial de Like: Me he borrado de su revista tres veces por escrito y dos veces por teléfono (hablé con una tal señora Hahn). Si continúan enviándome ejemplares, consideraré que lo hacen por pura diversión. El impreso para hacerles un giro postal por 186 euros que acaban de remitirme lo conservaré con mucho gusto como recuerdo, para seguir acordándome de Like cuando por fin dejen de mandármela. Eso sí, no esperen que pague un solo euro.
Muy atentamente,
E. Rothner

Dos horas después
Fw:
Querida señora Rothner:
¿Lo hace usted adrede? ¿O se ha abonado a los días malos?
Reciba un cordial saludo,
Leo Leike

15 minutos después
Re:
Querido señor Leike:
Ahora sí que me sabe fatal. Por desgracia, tengo un defecto crónico «ei», mejor dicho, «e» delante de «i».Cuando escribo de prisa y viene una «i», se me escurre siempre una «e». Lo que sucede es que las yemas de mis dos dedos corazón se hacen la guerra en el teclado. La izquierda siempre quiere ser más rápida que la derecha,pues soy zurda de nacimiento y en el colegio me invirtieron la polaridad. Hasta hoy, la mano izquierda no me lo ha perdonado. Siempre mete una «e» con la yema del dedo corazón antes de que la derecha pueda poner una«i».
Disculpe la molestia, (probablemente) no volverá a ocurrir.
Que tenga una buena tarde,
E. Rothner

Cuatro minutos después
Fw:
Querida señora Rothner:
¿Me permite hacerle una pregunta? Y otra más: ¿cuántotiempo le ha llevado escribir el mensaje donde explica su defecto «ei»? Reciba un afectuoso saludo,
Leo Leike

Tres minutos después
Re:
Le devuelvo dos preguntas: ¿cuánto tiempo cree usted que me ha llevado? y ¿por qué lo pregunta?

Ocho minutos después
Fw:
Calculo que no le habrá llevado más de veinte segundos. En tal caso, la felicito: en ese tiempo tan breve le ha salido un mensaje perfecto. Me ha hecho sonreír. Y eso es algo que probablemente ya nada ni nadie consiga esta tarde. Respecto a su segunda pregunta acerca de por qué lo pregunto: en este momento me dedico profesionalmente al lenguaje del correo electrónico. Y volviendo a mi pregunta: no más de veinte segundos. ¿He acertado?



Pueden continuar con su lectura de las primera páginas en este link

16 jul 2011

Nueve madrugadas y media...

Hace algunos días platicaba con una amiga que me decía, que tal vez debía aprovechar el tiempo que me queda libre para escribir acerca de mis lecturas (no se asuste el lector de estas líneas, no comenzaré a hacer análisis de libros, me dedicaré a comentar en unos cuantos párrafos  a los autores que he leído y me han gustado.
Soy fanática de las buenas conversaciones, esas que te obligan a poner todos tus sentidos en ellas, en las que se habla, se parafrasea, se ficciona, se juega y ¿por qué no?, también se reta y se combate, este tipo de charlas que te dejan renovado, que te hacen sentir feliz de haber compartido ese espacio y ese tiempo con el otro.
Nueve madrugadas y media de María Luisa Puga, es un libro conversador y conversado, en el que nos encontramos ante dos personas que se reúnen en un espacio tiempo, la madrugada, para mostrar-ocultar su propio yo, a la par que hablan del otro y de sí mismos, del mundo, de la lectura y la escritura, de la vida.
Dos personajes, un hombre y una mujer, un lector y una escritora, un joven que vive su recién estrenada adultez y una mujer que casi la abandona para llegar a ser adulto mayor, ¿un espejo? Tal vez, de alguna forma todos nos reconocemos a partir del otro y en esta novela se mezclan tres miradas, las de los personajes y la del lector, pues nosotros asistimos de manera silenciosa a sus madrugadas platicadas.

Carta al mar

"De noche. Posada Almayer. Habitación del primer piso, al fondo del pasillo. Escritorio, lámpara de petróleo, silencio. Una bata gris con Bartleboom dentro. Dos zapatillas grises con sus pies dentro. Hoja blanca sobre el escritorio, pluma y tintero. Bartleboom escribe. Escribe.

Mi adorada:
Ya he llegado al mar. Os ahorro las fatigas y miserias del viaje: lo que cuenta es que ahora estoy aquí. La posada es acogedora: sencilla pero acogedora. Está en la cima de una pequeña colina, justo delante de la playa. Por la noche se levanta la marea y casi llega hasta debajo de mi ventana. Es como estar en un barco. Os gustaría.
Yo jamás he estado en un barco.

Mañana empezaré mis estudios. El sitio me parece ideal. No se me oculta la dificultad de la empresa, pero vos sabéis –vos únicamente en el mundo– lo decidido que estoy a llevar a cabo la obra que tuve la ambición de concebir y emprender en un feliz día de hace doce años. Me serviría de consuelo imaginaros con salud y con alegría de espíritu.

En efecto, nunca lo había pensado antes, pero la verdad es que jamás he estado en un barco.

En la soledad de este lugar apartado del mundo, me acompaña la certeza de que no queréis, en la lejanía, abandonar el recuerdo de quien os ama y siempre será vuestro.
Ismael A. Ismael Bartleboom


Deja la pluma, dobla la hoja, la mete en un sobre. Se levanta, coge de su baúl una caja de caoba, levanta la tapa, deja caer la carta en su interior, abierta y sin señas. En la caja hay centenares de sobre iguales. Abiertos y sin señas.
Bartleboom tiene treinta y ocho años. Él cree que en alguna parte, por el mundo, encontrará algún día a una mujer que, desde siempre es SU mujer. De vez en cuando lamenta que el destino se obstine en hacerle esperar con obstinación tan descortés, pero con el tiempo ha aprendido a pensar en el asunto con gran serenidad. Casi cada día, desde hace ya años, toma la pluma y le escribe. No tiene nombre y no tiene señas para poner en los sobres, pero tiene una vida que contar. y ¿a quién sino a ella? Él cree que cuando se encuentren será hermoso depositar en su regazo una caja de caoba repleta de cartas y decirle –Te esperaba.

            Ella abrirá la caja y lentamente, cuando quiera, leerá las cartas una a una y retrocediendo por un kilométrico hilo de tinta azul recobrará los años –los días, los instantes– que ese hombre, incluso antes de conocerla, ya le había regalado. O tal vez, más sencillamente, volcará la caja y, atónita ante aquella divertida nevada de cartas, sonreirá diciéndole a ese hombre – Tú estás loco. Y lo amará para siempre."

Alessandro Baricco: "Océano mar". Edit. Anagrama