"Y
luego vas viviendo y te vas haciendo. Con suerte, y con esfuerzo, es posible
que empieces a conocerte un poco. Y también vas encontrando a tu gente, a esas
personas que se convertirán en tu mundo, en tu territorio. La única patria que
reconozco son mis amigos. Es una patria exigente. La amistad requiere atención,
entrega, riego constante. Hay que invertir muchas horas en cultivarla. Ahora
que soy mayor, sé con toda certidumbre que es el mejor destino que puedes dar a
tu tiempo. Es una de las cosas que he aprendido.
Digan lo que digan los animosos partidarios del optimismo vital, envejecer es
algo bastante desagradable. Envejecer es perder; pierdes a la gente querida que
se muere; pierdes capacidades físicas y, sobre todo, pierdes futuro: con lo
hermosa que es la vida, cada vez se te queda más chica por delante. Pero con
los años también ganas un par de cosas muy valiosas: sin duda experiencia, y si
te lo trabajas, sabiduría, que es la suma del conocimiento intelectual y de la
madurez emocional. Pero, sobre todo, ganas ese pasado común con los amigos.
Crecer con los amigos, envejecer con ellos, ir trenzando a la espalda, con esos
testigos de tu vida, años y años de una biografía compartida, es algo
absolutamente maravilloso. Con los años, con los muchos años (yo tengo amigos
activos desde hace tres décadas), las amistades se profundizan y agigantan.
Alcanzan un nivel de emoción y de veracidad indescriptible."
Texto Rosa Montero, El País,
"Maneras de vivir", 19/9/2010
Ilustración Jimmy Liao