Y el desconocido avanza completamente ajeno a lo que nuestra imaginación construye a partir de su figura, a veces no se trata de un todo, puede ser un simple detalle, y quedamos presos de una mirada, unos cabellos, un abrigo, una voz, un aroma.
El tiempo, el espacio y la coincidencia, después del instante "nuestra" persona, golem de nuestra imaginación, nos acompañará cuando cada uno continúe su camino.
Le iba a decir
Margarita Paz Paredes
¿Sabe usted, señor?
Lo he venido observando
en el largo trayecto de este autobús
en el que viajamos usted y yo
sin conocernos,
naturalmente;
cada uno a un sitio definido,
(Pero a veces me pasa, como ahora
que olvido a dónde voy.)
Dicen que el corazón no duele.
Sin embargo, desde hace tiempo –no sé cuánto-
tengo la sensación
de que algo
como una vieja caja de música,
se me está rompiendo por dentro,
y alguna astilla me molesta
y además, hay un silencio al que no me acostumbro.
Tal vez por eso me he quedado mirándolo,
porque hoy, fuera de usted,
no existe nadie a quien contarle
que de verdad el corazón me duele.
Y también es que usted me recuerda
muchas cosas lejanas
que entonces, ¡ay!, hace tanto tiempo,
se derramaban suavemente
como agua clara y fresca,
llenándome esos vacíos oscuros y resecos
que pienso que todos alguna vez tenemos.
Por ejemplo el color de sus ojos
–uvas recién peladas-
(unos ojos así me acompañaron
al país de los sueños.)
(unos ojos así me acompañaron
al país de los sueños.)
¿Y su voz? Qué bueno que le dijo al chofer:
“por favor, un pasaje.”
Ese timbre, ese timbre es casi igual a otro timbre
que guardé en el oído
y luego lo encerré en la caja de música
y aprendió a acariciarme
cuando el silencio me cercaba.
¡Claro que me gusta su voz!
¿Qué libro lleva bajo el brazo?
Ni siquiera lo ha abierto.
¿No le interesa su lectura?
¿Por qué sonríe?
De pronto se le pintan los ojos del color del paisaje…
Yo creía que buscaba algo,
pero parece que todo lo lleva dentro.
“por favor, un pasaje.”
Ese timbre, ese timbre es casi igual a otro timbre
que guardé en el oído
y luego lo encerré en la caja de música
y aprendió a acariciarme
cuando el silencio me cercaba.
¡Claro que me gusta su voz!
¿Qué libro lleva bajo el brazo?
Ni siquiera lo ha abierto.
¿No le interesa su lectura?
¿Por qué sonríe?
De pronto se le pintan los ojos del color del paisaje…
Yo creía que buscaba algo,
pero parece que todo lo lleva dentro.
Mientras usted no sienta que lo observo
quiero mirar que abarcan sus pupilas.
A ver; grises como el asfalto que reflejan…
Y qué oasis de flores repentinas…
Temblor de alambres restirando el cielo...
Una paloma, un campanario, un niño…
¡Si están claras de luz, de gracia, de alegría!
quiero mirar que abarcan sus pupilas.
A ver; grises como el asfalto que reflejan…
Y qué oasis de flores repentinas…
Temblor de alambres restirando el cielo...
Una paloma, un campanario, un niño…
¡Si están claras de luz, de gracia, de alegría!
Oiga señor.
¿pero ha tenido tiempo de apresar la belleza
pasajera dentro de un autobús
y en esta hora en que la vida no nos dice nada?;
porque no vamos a ninguna parte
ni nadie nos espera.
¿pero ha tenido tiempo de apresar la belleza
pasajera dentro de un autobús
y en esta hora en que la vida no nos dice nada?;
porque no vamos a ninguna parte
ni nadie nos espera.
Pero no;
por favor no se baje en esta esquina
tan desierta, tan triste.
Espere.
No ve que apenas me estaba dando cuenta
que si queremos levantar los ojos
y liberar el alma
más allá de sus rejas invisibles,
descubriremos las pequeñas cosas
que embellecen la vida
y que iluminan nuestras horas grises,
derraman su armonía en el silencio,
pueblan la soledad de compañía,
y empieza el eco de la vieja música
a envolvernos de nuevo…
Espere.
No se vaya.
Le iba a decir que el corazón me duele.
Y que tal vez…
por favor no se baje en esta esquina
tan desierta, tan triste.
Espere.
No ve que apenas me estaba dando cuenta
que si queremos levantar los ojos
y liberar el alma
más allá de sus rejas invisibles,
descubriremos las pequeñas cosas
que embellecen la vida
y que iluminan nuestras horas grises,
derraman su armonía en el silencio,
pueblan la soledad de compañía,
y empieza el eco de la vieja música
a envolvernos de nuevo…
Espere.
No se vaya.
Le iba a decir que el corazón me duele.
Y que tal vez…
Esta poesía la amaba en mis tiempos de juventud
ResponderEliminarEl corazón nos duele y sin motivo porque ambos nos amamos y somos libres para hacerlo pero no sé qué mala sombra te ha metido en la cabeza ni por qué, qué viejos fantasmas del pasado no nos dejan ser felices. Te amo, Rommel.
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