28 nov 2011

De la inocencia de la primera ilusión


Mi primer amor

Tenía yo trece años.
Ella era encantadora.
¡Qué digo encantadora! Era una de las mujeres más bonitas de París.
Pero de eso yo no me daba cuenta. Yo la encontraba bonita -ocurría que lo era extremadamente. Esto no era más que una coincidencia …
… Tenía una sonrisa adorable y ojos acariciadores.
Y voy a preguntarme, ¿por qué la he amado?
… Soñaba con ella.
¿Decírselo? Antes la muerte.
¿Entonces? Probárselo.
Hacer economías durante toda la semana y cometer una locura el domingo siguiente. Hice estas economías y cometí esta locura. Ocho francos: un enorme ramo de violetas. ¡Era magnífico! Era el más bello ramo de violetas que se haya visto nunca. Me hacían falta las dos manos para llevarlo.
Mi plan: llegar a su casa a las dos y solicitar verla.
La cosa no fue fácil. Estaba ocupada. Insistí. La camarera me condujo al gabinete.
Se estaba peinando para salir. Entré con el corazón en un brinco.
- ¡Hola, pequeño! ¿Para qué quieres verme?
No se había vuelto aún. No había visto todavía el ramo; no podía comprender.
- Para esto, señora.
Y le tendí mis ocho francos de violetas.
- ¡Oh, qué bonitas!
Me pareció que la partida estaba ganada. Me había aproximado a ella, temblando. Cogió entre sus manos mi ramo como se coge la cabeza de un niño y lo llevó a su bello rostro como para besarlo.
- ¡Y huelen bien!
Luego, añadió despidiéndome:
- Dale las gracias de mi parte a tu papá.

Sacha Guitry

12 nov 2011

El cangrejo volador

Había una vez un cangrejito nuevo que estaba haciendo un hueco profundo en la tierra, cuando, sin más ni más, vino una paloma torcaza a darle conversación.
- ¡Bonito que te está quedando el pozo ese! –dijo la paloma-, y el cangrejo levantando los tarritos de sus ojos, la miró tranquilo y respondió:
- No se trata de un pozo, estoy haciendo mi casa.
- ¡Cómo!- exclamó asombrada la paloma -¿Ese oscuro agujero es tu casa?
- Pues... sí, mi casa.
- ¿Cómo se entiende ese disparate muchacho?
- ¡Ah!, ¿qué no?
- ¿Pero te parece poco llamarle casa a un agujero en la tierra? Escucha: si puedes vivir en la rama de un árbol ¿cómo vas a habitar en el fondo de un pozo oscuro?
- Señora –dijo dignamente el cangrejito-, ¿se olvida usted de que está hablando con un crustáceo? No soy una paloma, señora.
- ¿Pero eso qué importa si eres "cangrejo con voluntad"?
- Un "cangrejo con voluntad", se dijo el cangrejito- levantando directamente al cielo los tarritos de sus ojos. ¿Sería posible eso?. Mas, enseguida contuvo su entusiasmo.
- ¿Cómo vas a pasarte la vida bajo tierra?
- Pero es que toda mi familia lo ha hecho siempre así.
- Ya me imagino a toda tu familia; es decir, por uno que empezó una vez, todos los demás han seguido haciendo lo mismo. ¿Y es que en tu familia no hay aspiraciones?
- Bueno, hay cangrejos... aspiraciones, que yo sepa, no.
- Bien –dijo la paloma- entonces tú vas a ser el primero de los tuyos que viva en un árbol.
- ¡Cómo! ¿Yo vivir en un árbol?
- Tú, el primero de todos.
- ¡Pero mire, señora Paloma, que mi abuelo me mandó esta mañana a que hiciera mi cueva, diciéndome que ya es hora de fabricarla como hacen los demás!
- Pero, muchacho, contesta una cosa: ¿qué casa estás fabricando?
- La mía señora, ¿cuál otra?
- Ninguna, porque ¿cuándo tú has visto una casa sin puertas ni ventanas?
- Bueno... no; verdad que no la he visto.
- Entonces ¿dónde vas a hacer allá abajo una ventana y qué fresco y qué luz van a entrar por ella?
- Tiene razón.
- Y hasta suponiendo que hubiera una ventana sin fresco y sin luz, ¿qué pajarito se pondría a cantar en ella cuando llegue el verano?
- No, ninguno.
- Entonces está claro; hazte una casa en el aire, muchacho.
- Pero... ¿en el aire?
- Quiero decir en la rama de un árbol, de un pino, de un júcaro, de un dagae, en el polo del monte que más te guste.
- ¡Un nido!
- Eso, un nido fresco que lo meza el viento. De día cerca del Sol, de noche cerca de las estrellas.
- ¡Ah! ¡qué bueno sería! En el fondo, los cangrejos todos queremos llegar a las estrellas –más, enseguida se entristeció:
 -¡pero es que soy solamente un cangrejo!.
- ¡Déjate de historias! ¡Tú eres lo que tú quieras ser! ¡Sé pues, un crustáceo con voluntad!.
Y como si estuviera cansada de hablar, la paloma torcaza batió sus alas y salió volando por encima del joven cangrejo, quien con los tarritos de sus ojos la siguió mirando hasta que se perdió con el viento.
Mas, ya el cangrejito no podía seguir haciendo su cueva en la tierra. Así que aquella misma tarde, después de que se lavó las tenazas en el río fue directo a ver a su abuelo.
- Abuelo, quiero fabricar mi casa fuera de la tierra.
- ¡Cómo! –exclamó el abuelo, cayéndosele la comida de la boca.
- Sí. Voy a hacerlo si es posible en el copito de un caguairán.
- ¡Hijo mío! –dijo entonces mirándolo muy preocupado-, tienes que tener cuidado con las hierbas que comes. A ver, ¿qué has comido, hijo mío?
- Palmiche, abuelo, pero hablé con la paloma torcaza...
- ¿Con esa loca?
- Me ha dicho que es un disparate vivir bajo tierra como una lombriz.
- Será, pero ten en cuenta que tú no eres más que un cangrejo, muchacho.
- Un cangrejo que acaso un día pueda vivir cerca de las estrellas.
- Pero, ¿qué diablos de casa es esa?
- Un nido, abuelo, un nido.
- ¿Nido? ¿Y dónde están tus alas, muchacho?
- Pues, quién sabe con el tiempo si...
Mas esta vez el abuelo no lo dejó terminar.
- ¡Muchacho! –tronó, -mientras tú seas cangrejo no hay ala que te salga ni pluma que te cuelgue. Cangrejo naciste y cangrejo terminarás.
Pero el nieto estaba dispuesto a trabajar de todas maneras. Así que se fue solo al monte y escogió el caguairán que le pareció más alto y frondoso de todos. Era un trabajo difícil el que se había propuesto. Tendría que subir y bajar el árbol cuantas veces fuera necesario para construir allá arriba su nido. Mas, empezó sin miedo, echándose a las espaldas los palitos secos y las bolsas de resina y todo lo que necesitaba para su trabajo. Subía y bajaba clavando sus patas espinadas en el tronco, y lo hizo tantas veces que formó un trillito de puntos en la corteza del caguairán. Y no sólo era el trabajo que pasaba y el peligro que corría sino las cosas que le decían los otros animalitos del suelo, los que no vuelan.
- ¡Loco, loco de a viaje está! –decía la jicotera encaramada en su piedra del río-, ¡Y se revienta un día de estos! ¡vivir para ver!
Pero él ni siquiera contestaba. Subía y bajaba lento, incansable, llevando su carga. A veces sucedía también que a mitad de camino, ya no podía más y rodaba la carga.
 Entonces, firme, sin ceder, bajaba hasta el suelo, cargaba de nuevo y tornaba a subir con los ojos fijos allá arriba, donde estaba creciendo su nido en la punta de la rama más alta.
Por su parte, el viejo abuelo estaba muy triste y acabó diciendo que tenía un nieto chiflado, el primero en la familia. Pero al fin, una mañana se corrió la voz por toda la isla. De todas las provincias vinieron pájaros a visitarlo. De oriente llegó un lindo senseremicó, con su cuello amarillo como una corbata nueva. De Camagüey, un pájaro carpintero de pecho rojo y camisa de guinga. De Santa Clara un zenzontle cantador al que le decían el "Jilguero del Escambray". De Matanzas, la más dulce paloma de todas. De La Habana, un zunzún azul que se paraba en el aire volando. Y por fin, de Pinar del Río, un ruiseñor de Viñales al que le decían la "Flauta de Aragón". Vinieron todos y alabaron el nido del cangrejito, que era como un hermoso balcón al viento y la luz. Él dio las gracias a todos y les ofreció guayabas maduras y pomarrosas del río.
Y en ese mismo día, al atardecer, fue que sintió sueño y se extrañó. ¿Acaso estaría enfermo? Jamás había sentido sueño al atardecer. Todo lo contrario, porque esa es la hora en que los cangrejos salen a pasear, la misma en que los pájaros se posan a dormir. Pero en fin, se quedó dormido. Y cayó la tarde y pasó la noche con sus estrellas y sus sputniks, mientras él dormía sosegadamente sin darse cuenta de nada. Mas al otro día, cuando el sol tibio de la mañana lo hizo despertar, sintió como si no cupiera en el nido. Levantó primero el tarrito de un ojo y después el tarrito del otro. Miró a la derecha y quedó mudo de asombro; miró a la izquierda y quedó mudo del mismo asombro; ¡Dos Alas! ¡Dos alas encendidas como las plumas del tocororo le salían de los costados! Le habían crecido durante la noche y eran más largas que sus tenazas. Entonces el cangrejito, no sabiendo si llorar o reír de alegría, levantó sus hermosas alas, las batió ruidosamente haciendo caer algunas hojas maduras del caguairán y se lanzó de frente al viento a volar para siempre.

Desde aquella mañana todo el mundo vivía asombrado, con las caras vueltas hacia arriba para ver el cangrejito volador atravesar el aire, y hasta el viejo abuelo solía decir orgulloso ahora:

- ¡Tengo un nieto plumoso, lindo como un tocororo y vuela como el viento!

ONELIO JORGE CARDOSO

11 nov 2011

Encuentro en un frío día cordobés

Hoy estoy en Córdoba, he tenido la fortuna de reencontrarme con mis compañeros mediadores de salas de lectura y con nuestra querida capacitadora Claudia Gaete; justamente ha sido ella la que me ha dado a conocer la obra del poeta que esta noche les comparto. Julián Herbert.

He crecido en patios sucios
He crecido en patios sucios
inventando juguetes de madera.
Los sueños y las cicatrices
dan la talla de mi cara.
Sé muy poco del mundo,
pero llegan postales.

Tuve dos hijos, una
cita en un juzgado
y gran facilidad para
poner los ojos tristes,
y aún así algo me falta.

No es el cuerpo de Laura
ni la mente de Sergio
ni la insolada perfección de los ciclistas:
me falta regresar a la cocina de la abuela
y comerme el pastel de chocolate
que a los seis años me supo tan amargo


El segundo es un poema que espero alguien me dedique después de los cuarenta.

Los que cumplieron más de cuarenta

Los que cumplieron más de cuarenta
se deprimieron mucho el día de la fiesta,
o fingieron que era la misma fiesta
                de hace cuatro años,
o comieron y bebieron tanto
que al día siguiente se sintieron enfermos,
casi viejos.

Pero los que cumplieron más de cuarenta
ya están mejor: sus gestos
han  perdido la ostentación de la juventud.
Ahora pueden fumar, sostener una viga,
pelear con el marido por culpa de los closets
y hasta hacer el amor
con ademanes lentos, naturales,
                       con la resignación
de quien sabe que el tiempo es pura pérdida
                       de tiempo.

Los que cumplieron más de cuarenta
tienen historias absurdas: accidentes
en motocicleta, piedras en la vesícula,
un rancho y un piano y una mamá que huele
a piloncillo con nuez, un hermano seminarista,
un volskwagen amarillo,
una infancia resuelta a punta de balazos
en el oscuro de un cine que hoy no existe.

Y así,
vuelta y vuelta la fe de la memoria,
inventándose penas adolescentes
para el cuerpo donde viven ahora,
los que cumplieron más de cuarenta recuerdan
no para revivir la juventud, sino para decirla,
porque de veras no tienen miedo de los años
pero sí tienen miedo del silencio.

Los que cumplieron más de cuarenta
se enojan si les hablas de tú,
se enojan si les hablas de usted.
Hay que llamarlos a silbidos, a tientas,
a empujones,
a palmadas en la espalda,
hay que llamar su atención mencionando
políticos rusos o películas francesas,
hay que explicarles casi todo
acerca de los juegos de video
y los nuevos programas de la televisión.

Los que cumplieron más de cuarenta
saben pensar el alba:
un cuerpo gozado en un hotel de paso,
un cuerpo solitario de vodka en el mejor hotel,
una calle vacía y de pronto los pájaros
El amanecer esa banca en el parque
y las palabras que no llegan a la boca.

Hay que dejarlos recordar
y luego seguirlos hasta la ventana
           (hablarles de tu, hablarles de usted),
palmearles despacito sobre un brazo
como a unos hijos nuestros que de pronto
crecieron demasiado y nos asustan.

Los que cumplieron más de cuarenta
desean cosas bien sencillas:
que la fiesta se acabe,
que las muchachas no les digan "señor",
que diosito con su lápiz les borre la panza,
que el café vuelva a saber,
que a las calles de la infancia nadie les cambie
       el nombre,
que las piernas de alguien se abran para ellos
y dormir calientitos,
como si una señora difunta los arropara
estirando la mano desde atrás
-muy atrás-
             de la vida.

4 nov 2011

Literatura juvenil y la lectura de los clásicos


Durante mucho tiempo algunos maestros y promotores de lectura han notado la carencia de la literatura clásica en las lecturas casi kilométricas de nuestros jóvenes (sagas como Harry Potter pueden demostrarnos que el factor que aleja a los chicos de la lectura de los clásicos no es la cantidad) ¿en qué radica el gusto lector juvenil? ¿La lectura juvenil no se encuentra al mismo nivel de autores considerados clásicos? Pero ¿Quiénes son los clásicos?
Partamos de esta última interrogante; seguramente si hacemos una prueba y le preguntamos a lectores y maestros acerca de los clásicos surgirá una lista como ésta: Homero, Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Oscar Wilde, Dante Alighieri, Balzac, Goethe, de todos ellos se sabe que, aparte de su calidad, son autores de obras históricamente validadas que han logrado su permanencia en el tiempo.
Desafortunadamente el canon en ocasiones se aleja de lo cotidiano, de lo que se vive y se respira, con esto no me estoy refiriendo a la calidad del texto, sino a la etiqueta CLÁSICO, que parece remitirnos en todo y por todo a la norma culta, casi siempre compartida por unos cuantos estudiosos. Este panorama, que muchos podemos ver como surgido del cliché es uno de los factores que hace que los jóvenes no se acerquen a su lectura.
El segundo factor más importante, a mi parecer, es la falta de costumbre lectora, aclaro que me refiero a la cultura de leer libros (si observamos la niñez y la juventud actual son las etapas que conforman la época lectora de mayor intensidad, cabe recordar que con la cultura digital se han modificado sus formas de relacionarse con la lectura).
En un panorama como el que he descrito, ¿de qué manera puede afrontarse el acercamiento a la lectura para jóvenes? Realizaré algunas anotaciones.
v  Nada fomenta más la lectura como el ejemplo. Lo anterior que puede parecer una obviedad debe ser el primer paso para los maestros, bibliotecarios, promotores de  lectura y formadores de lectores.
v  Lo importante de todo acercamiento lector radica en el conocimiento del acervo y el conocimiento del público al que se va a enfocar esta labor.
v  Clarificar los objetivos de cada institución respecto a las actividades en torno al libro y la lectura (animación a la lectura, promoción a la lectura o formación de lectores) Estos conceptos cuyos límites para algunos pueden no verse con claridad son las aristas de toda propuesta lectora.
Animación a la lectura: Consiste en mostrar que existen libros, bibliotecas, lectores, que la lectura puede ser una actividad interesante, que mejora tus niveles de comprensión, aumenta tus conocimientos y puede convertirse en una actividad trascendental. Pero sus alcances llegan hasta ahí, nos muestra el escaparate y en varias ocasiones logra atrapar nuestra atención, pero no se trata de un esfuerzo continuo. Abre la puerta y señala el camino, seguramente algunos aventureros lo recorrerán.
Promoción de la lectura: Se enfoca en establecer lazos entre los libros y los lectores, en ocasiones puede ser menos “visual” que la animación, pues le interesa lo que concierne al “yo lector” y su experiencia con los libros. Se aleja de los reflectores para hacer un trabajo más cercano; así entendemos que existen libros para cada tipo de lectores y lectores para diferentes libros, por lo tanto no todos los lectores son para todos los libros, ni todos los libros para todo lector. No mediatiza la relación con etiquetas como: “el más vendido”, “los clásicos”, “el boom de la literatura juvenil”, pero apuesta por la libertad, por la acción dinámica del lector que lo mismo puede leer comic, novelas, cuentos, poesía, manga o anime, clásicos o contemporáneos, literatura de verano o para todas las estaciones.
La libertad y el diálogo son los factores que recorren la relación promotor de lectura y lector, porque se trata de una relación de pares en la que se reconocen como partidarios de ese mundo de papel y tinta. Se recomiendan autores como presentar amigos  y se prestan obras para intercambiar palabras. El promotor de lectura recorre el camino que la animación de lectura solo bosquejó.
Formación de lectores: El tercer escalón, el más alto, el que todo mundo quisiera   alcanzar pero poco logran. Quizá el más difícil de todos, lograr que los niños, jóvenes y adultos se asuman como lectores. No solo se trata de un cambio de estado dentro de la cultura de lectura, implica obligaciones.
       Muchos llegamos a este punto acompañados de la mano de algún docente, promotor o familiar, otros nos hemos vuelto lectores a fuerza del ensayo y el error, algunos son lectores en contra de todo vaticinio y pese a las instituciones.
       Afortunadamente en los últimos años se está tomando en cuenta la importancia de formar lectores o, usuarios de la cultura escrita, (en lo particular prefiero este concepto pues me permite englobar no solo una actitud lectora, sino desmitificar las ideas que reducen la lectura solo al libro)
       El usuario de la cultura escrita se asume como lector, como autor y creador de discurso, es capaz de escuchar y de expresar sus ideas a través de la palabra; podemos decir que nos encontramos de frente a la palabra viva, la que todos los docentes, promotores y formadores preferimos.
       Al igual que el promotor de lectura, el formador recorre el camino lector, hasta que llega a un punto en el que debe separarse pues su objetivo se ha logrado, seguramente devendrán muchas charlas y reflexiones acerca de la lectura y los libros, ese es el “plus” que se obtiene al formar lectores, encontrar posibilidades para el diálogo.
Regresando a mis cuestionamientos iniciales respecto a la dicotomía literatura juvenil-literatura clásica, y aclarando que me formé dentro del canon literario, diré que tal separación existente en la crítica y en la academia no existe en el mundo real del lector.
            Cuando uno lee busca experiencias, como lectora prefiero libros que me mueven o me conmueven, en ocasiones las dos cosas, la literatura infantil y juvenil, que muchas veces no se estudia de una manera formal, me ha ofrecido textos así, puedo citar libros como Ricardo de Helme Heine (que aborda la importancia del conocimiento personal y la importancia de aprender al lado de los demás), o el cuento Mil grullas de Elsa Bornneman (Donde una simple historia de niños nos enfrenta cara a cara con los horrores de la guerra), la novela Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar de Luis Sepúlveda (En donde el honor, la libertad y la solidaridad permean las acciones que transcurren en cada una de sus páginas)
            ¿Acaso los clásicos no hablaban de lo mismo?: vida, muerte, odio, amor, guerra, libertad, honor, sueños, capacidad de transformar el mundo. El germen en estas dos vertientes literarias es el mismo, podemos mantener las etiquetas y llevar a nuestros lectores a etiquetar a su vez, pero no nos quejemos si después comienzan a etiquetar el mundo. La lectura es un camino que se puede ofrecer con libertad o con lineamientos y está en cada docente, promotor o formador de lectores la elección del pasaje a recorrer; podemos mostrarle a nuestros niños y jóvenes que es fácil apropiarse de la lectura conformando con ella horizontes cada vez más amplios o descubrirles el Jardín del edén con un letrero que diga “Cuidado con el césped”.