22 may 2014

La sirena

(A la orilla)


I


Es invierno, 
alguien vendrá a leer la arena 
en las manos de los niños.

¿Pero quién vendrá a sumergirse 
en el canto ámbar de una sirena?

¿Quién a desenredar sus arrugas 
y arrancar su canas de la piedra 
en que la voz de la vieja sirena 
se sienta a soñar la juventud de la luna?

¿Quién le ungirá la piel con deseo?
Si ya ofrenda, sus corales al viento, 
si el vientre sin descendencia se hincha, 
si a cada ola, el mar también envejece.


II

Un pez borra las huellas 
de la arena sobre el mar.

No es la voz, es el frío 
quien camina por la arena.

Una sirena niña 
sueña el silencio de las olas.

Párpados de sal y agua 
se cierran en el horizonte.







III

Ahí donde las especies marinas confluyen 
y los caracoles celebran su rito ancestral, 
donde se abren abanicos de fuego 
y el tiempo se repliega de tanto asombro.

Ahí, en el albor de un siglo, 
otra sirena piel de marfil se suicida.

Y no es el frío, ni la difícil madrugada 
del león marino sobre la arena. 
No es el invierno, es el lamento 
quebrantando el vuelo de la gaviota.

Al vuelo se quiebra el ala de la voz.

Caen esquirlas, la sangre asciende por la piel del cielo.



IV 
Quiso ser manta raya 
y soñó que de su vientre salino 
nacerían las más dulces promesas.

Quiso hablar el lenguaje de los delfines, 
apaciguar en sus manos 
los mares de la incertidumbre. 
Liberarse 
de la rutina y la miseria 
que se extendía a plenitud en su horizonte.

Y cortó 
uno a uno los pétalos de la anémona. 
Y giro largo tiempo sobre sí misma. 
Quiso ser estrella de mar.

Y he aquí otro tacón roto 
sobre un espejo de concreto.



Lotería
Nati Rigonni

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